Replantear la ambición: del “yo” al “nosotros”, una nueva visión para liderar una MYPE con propósito

Santiago Martínez, empresario, catedrático y formador del programa MBA Acelera.

Replantear la ambición: del “yo” al “nosotros”, una nueva visión para liderar una MYPE con propósito

Una empresa puede crecer en tamaño pero carecer de propósito. Crecer en ingresos, pero estancarse en el sentido. Tener clientes, pero no comunidad. “El liderazgo no es brillar, es iluminar”, dice Santiago Martínez, empresario, catedrático y formador del programa MBA Acelera, dirigido a gerentes y ejecutivos. 

Su frase rompe la idea dominante de que el éxito empresarial se mide solo en logros personales. Esa lógica de brillar por uno mismo, que ha sido promovida durante décadas, sigue presente en El Salvador y en países con grandes economías. En nuestro país —donde el 99 % del parque empresarial lo forman MYPE y casi la mitad son de subsistencia—, cada decisión cuenta. Los recursos son escasos. Es comprensible que muchos empresarios se enfoquen en el “yo”. ¿Pero qué pasaría si ese “yo” comenzara a pensar en el “nosotros”?

La ambición tradicional: más ventas, menos sentido

La frase de Santiago Martínez no solo cuestiona una idea instalada, también abre la puerta a otra manera de entender el liderazgo. ¿Y si la ambición no fuera solo escalar o vender más? ¿Y si también pudiera significar elevar a otros, hacer crecer al equipo y mejorar su entorno? En el universo MYPE, donde las presiones son intensas y el éxito suele vivirse en solitario, esta visión puede sonar disruptiva. 

Para muchos empresarios de micro y pequeñas empresas, el éxito significa vender más y crecer rápido. Y no es difícil entender por qué.  La mayoría enfrenta una batalla diaria contra la falta de recursos, la incertidumbre del mercado y la presión de sostener su negocio y su familia. En ese entorno, la lógica de “salvarme yo primero” parece inevitable.

Esta lógica, sin embargo, cuando se vuelve permanente, puede encerrar al empresario en una rutina agotadora: perseguir metas sin preguntarse para qué, o a costa de quién. Es ahí donde la ambición enfocada solo en resultados personales tiende a dejar fuera lo más valioso: el equipo humano, la confianza del entorno, la posibilidad de construir algo que perdure.

“La ambición se vuelve la búsqueda de la gloria por la gloria misma, el beneficio individual está por encima de todo”. Así, el negocio puede crecer en cifras, pero quedarse vacío de propósito, advierte Santiago Martínez.

Liderar con propósito: cuando el éxito es colectivo

Frente a la ambición centrada en el logro personal, Martínez propone una forma distinta de liderar: poner el talento y los recursos al servicio de otros. No se trata de dejar de crecer, sino de redefinir para qué se crece. Esta visión propone una ambición más profunda y transformadora: buscar grandes metas no solo por su rentabilidad, sino por el impacto que pueden tener en la vida de otros. En las MYPE, donde los equipos son pequeños, liderar con propósito puede contribuir a generar más compromiso, más sentido de pertenencia y mejores resultados a largo plazo.

Martínez lo resume con claridad: “la magnanimidad es la búsqueda de grandes cosas por la grandeza que tienen, por el servicio que puedo ofrecer a otras personas a través de esas grandes cosas”. Bajo esta lógica, el éxito no se mide solo en números, sino en cuánto bien se puede generar desde el rol empresarial.

Liderar con propósito no es solo una apuesta ética; también tiene un efecto práctico.  Cuando un empresario cambia el “yo” por el “nosotros”, el impacto se nota en la forma en que las personas trabajan, se relacionan y rinden. Una empresa donde se sirve y se escucha no solo es más humana, también es más fuerte.

Martínez lo explica así: “las virtudes no solo cambian nuestro comportamiento, sino también nuestra forma de pensar […] y por eso quieres elevar al otro hacia su excelencia personal”. Este liderazgo basado en virtudes genera equipos más comprometidos, ambientes de mayor confianza y empresas más resilientes.

Esta experiencia se refleja también en los datos. Roxana Girón, coordinadora de programas de la Escuela LID —una escuela que ha graduado a más de 2,000 empresarios con una metodología orientada al liderazgo con propósito—, coincide:

“cuando un empresario comienza a mirar más allá de sus propias metas y empieza a trabajar en su interior, el cambio se nota en toda la empresa. Las personas se involucran más, y el ambiente mejora porque hay un propósito común”.
Roxana Girón
Coordinadora de programas Escuela LID

Según el Observatorio MYPE de la Escuela LID de FUSAI, el 27.9 % de los empresarios salvadoreños encuentra en el trabajo y la estabilidad económica una de sus principales fuentes de felicidad. Además, un 13.6 % considera que una mayor empatía con su entorno haría su vida más satisfactoria. Esto revela algo clave: el bienestar empresarial no se construye solo con ingresos, sino también con relaciones sanas y sentido compartido.

Cuando se lidera para servir, los colaboradores se sienten parte de algo más grande, los clientes lo perciben y la empresa gana no solo en resultados, sino en reputación y sostenibilidad. Como afirma Martínez: “El servicio no es una estrategia. El servicio es un llamado”.

Los efectos positivos del liderazgo con propósito abren una nueva posibilidad para las MYPE. En estos negocios, donde el camino nunca es fácil y cada logro se conquista con esfuerzo, es natural querer asegurar primero lo propio. Pero como lo demuestra la experiencia de quienes lideran con sentido, también es posible crecer haciendo crecer a los demás.

“No eres solo un gerente, eres un líder que quiere lo mejor de todos en la empresa que lideras”, dice Martínez. Y esa convicción es la que transforma un negocio común en una comunidad con propósito. Servir no significa renunciar al éxito, sino redefinirlo.

Así que, si hoy diriges una MYPE, detente un momento y pregúntate: ¿estoy liderando para ganar solo yo, o para que ganemos todos? La respuesta puede ser el inicio de una nueva forma de crecer: más humana, más sostenible, más verdadera.

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