Muchas microempresas de El Salvador han buscado la formalidad. Muchas lo intentan con éxito, pero no son la mayoría.
A menudo, se suele decir que los microempresarios prefieren operar en la informalidad. Sin embargo, ¿qué tan fundamentada es esta afirmación? Un reciente estudio del Observatorio MYPE de FUSAI arroja luz sobre este estigma: la informalidad suele ser más una consecuencia de barreras estructurales que una elección deliberada.
El estudio, que encuestó a más de 1,000 microempresarios de todo el país, ofrece una nueva perspectiva: mientras que el 47.2% de los microempresarios MYPE encuestados ha intentado formalizarse, solo el 30% opera de manera formal. Esta brecha del 70% entre quienes lo intentaron y quienes lo lograron sugiere que existen obstáculos significativos en el proceso de formalización, más que una falta de interés por parte del sector.
¿Qué opinan quienes lo lograron?
Armando Juárez es un propietario de un negocio de servicio técnico para impresoras en San Salvador. Nos cuenta que por ocho años había operado de manera informal hasta que decidió dar el salto a la formalidad este año. “Con esfuerzo y trabajo, logramos crecer poco a poco hasta formalizarnos por completo hace un mes”, expresó. Agregó:
El reto de costos y conocimientos para formalizarse
Aunque la percepción de un número significativo de empresarios MYPE muestra una cara optimista respecto a la formalización, los desafíos que tuvieron que enfrentar son los que suelen disuadir al otro 70% de empresarios que operan en la informalidad.
Armando reconoce que el costo de formalizarse es un aspecto lave: “Ha sido un poco complicado avanzar paso a paso solo con capital propio y sin una fuente de financiamiento”. Para muchos, este factor representa el principal obstáculo para formalizarse. El mencionado estudio del Observatorio MYPE confirma que el costo de la formalización es el reto número uno para quienes lo intentan (48.1% de los encuestados).
“Al principio sentíamos que eran gastos adicionales con los que no debíamos cargar”, comparte Carla, “pero con el tiempo, la misma formalización fortalece y da impulso a la empresa”, agrega.
Por otro lado, ambos empresarios coinciden en la importancia de contar con asesoría profesional para superar los retos del proceso. Esto se alinea con el estudio, que señala que la falta de conocimientos (31.3%) es el segundo obstáculo más grande que enfrentan los microempresarios para formalizarse. Carla destaca que la asesoría de la Escuela LID le permitió ver la formalización como una oportunidad de crecimiento, más que como un gasto adicional, lo que transformó su visión y la convirtió en “una empresaria con una visión de expansión”.En el caso de Armando, él decidió delegar los trámites a una empresa especializada para concentrarse en su negocio.
Trazar un nuevo camino hacia la formalidad
Las experiencias de Armando y Carla muestran que la informalidad no se debe tanto a la falta de voluntad, sino a barreras estructurales que dificultan alcanzar la formalidad. En este contexto, los resultados del estudio sugieren la necesidad de construir políticas y procesos adaptados a la diversidad del sector. Los primeros pasos podrían centrarse en reducir los costos de formalización, educar sobre los procesos y simplificar los trámites, siendo estos los tres principales obstáculos que enfrentaron los microempresarios que intentaron formalizarse.
Como expresa Carla: “La microempresa es el motor de la economía salvadoreña, y cuando te formalizas, todo fluye y te ayuda a crecer”. Este crecimiento se traduce en bienestar para miles de familias salvadoreñas que dependen de sus actividades. Es momento de revisar las normas y procesos actuales para facilitar el acceso a nuevas oportunidades y crecimiento para las microempresas, promoviendo así el bienestar de los dos millones de salvadoreños que dependen de este sector.
Este crecimiento se traduce en bienestar para miles de familias salvadoreñas que dependen de sus actividades. Es momento de revisar las normas y procesos actuales para facilitar el acceso a nuevas oportunidades y crecimiento para las microempresas, promoviendo así el bienestar de los dos millones de salvadoreños que dependen de este sector.