María demostró que la economía circular no es solo para grandes empresas

María Esther Saldaña.

María demostró que la economía circular no es solo para grandes empresas

“Aquí nada se desperdicia”, dice María Esther Saldaña, mientras prepara el alimento para sus cerdos. Lo dice con orgullo y la certeza de quien ha aprendido que emprender no es solo producir: es cuidar, transformar y sembrar futuro en la tierra que la vio nacer.

María Esther vive en el cantón Loma Larga, en el distrito de Tacuba. A sus 59 años, lidera una microempresa que se ha convertido en un ecosistema de sostenibilidad, colaboración y resiliencia. Se dedica a la ganadería, con una crianza de 12 cerdos aproximadamente, cultiva hortalizas, produce café bajo su propia marca y sueña, junto a otras mujeres, con lanzar una segunda marca colectiva. Para María Esther, emprender no es solo una fuente de ingresos: es un compromiso con su entorno, con otras mujeres y con el futuro.

Emprender con propósito: una visión integral

Cada paso que ha dado María Esther ha sido consciente. Desde asistir a capacitaciones para fortalecer su gestión empresarial o para operar un biodigestor, todas sus decisiones reflejan un firme compromiso con la sostenibilidad y el bienestar colectivo. 

El biodigestor, un sistema que transforma desechos orgánicos, como heces o residuos vegetales en energía limpia, es una herramienta valiosa para promover la sostenibilidad y mejorar la calidad de vida en diversas comunidades.

“Ya tenía la materia prima, solo me faltaba la tecnología”
María Esther
Microempresaria

María Esther lo ve como una oportunidad para reducir la contaminación del suelo y como una forma de disminuir costos, pues disminuye el uso de gas propano. 

Ella accedió a un crédito a través del Programa Solidario Comunitario (PSC) de FUSAI, recibió acompañamiento técnico y validó una convicción personal: las soluciones sostenibles también pueden ser accesibles para las mujeres que viven en zonas rurales.

El corazón económico del país late en lo pequeño

Historias como la de María Esther dan rostro a una realidad muchas veces ignorada: las microempresas representan más el 99% del tejido económico nacional. En este universo, las mujeres lideran aproximadamente el 60% de empresas en el sector aunque en su mayoría se concentran los sectores económicos menos rentables, según datos del Observatorio MYPE.

Sin embargo, el crecimiento de estas empresas no depende únicamente del esfuerzo individual. Depende también de un entorno que elimine barreras estructurales y potencie su capacidad transformadora.

En El Salvador, solo un pequeño porcentaje de las microempresas lideradas por mujeres logra alcanzar niveles de acumulación ampliada (8.8%) o expansión (3.1%) que se caracterizan por generar mayores ingresos, empleos y mejores condiciones de vida. La mayoría, más del 88%, se mantiene en condiciones de subsistencia o acumulación simple, con ingresos mínimos, escasa capacidad de inversión y empleos de baja calidad.

Liderazgo femenino que transforma

A pesar de estos desafíos, María Esther ha construido mucho más que un negocio. Es una referencia en su comunidad y una promotora de redes entre mujeres. Cree en el poder de la colaboración y está aliándose con otras emprendedoras para lanzar una nueva marca de café que represente no solo su producto, sino sus valores.

Esta apuesta es significativa, especialmente cuando se considera que las mujeres propietarias suelen concentrarse en sectores como el comercio y los servicios, tradicionalmente menos rentables. Y, sin embargo, las microempresas femeninas en los estratos más avanzados logran cerrar las brechas salariales, e incluso, en algunos casos, ofrecen mejores condiciones laborales que las lideradas por hombres.

¿Qué puede marcar la diferencia en el crecimiento de una microempresa? El acceso a crédito, la capacitación adecuada, el acompañamiento empresarial y el tiempo.

Los retos invisibles que enfrentan las mujeres empresarias

El caso de María Esther también refleja los múltiples roles que asumen muchas microempresarias: proveedoras de ingresos, responsables del negocio, cuidadoras principales del hogar. El 35% de las mujeres en microempresas de expansión o acumulación ampliada asumen solas el trabajo doméstico y de cuidado, lo que reduce su tiempo disponible para crecer profesionalmente y cuidar de sí mismas.

Además, una parte importante de estas empresarias enfrenta dificultades estructurales para renovar créditos, ya sea por falta de historial crediticio, deudas previas o informalidad. Aunque muchas de ellas acceden a internet, un tercio aún no utiliza herramientas digitales para comercializar, y muchas carecen de cultura de ahorro o servicios financieros activos.

Estas realidades requieren una respuesta integral. Las políticas públicas y programas de apoyo alcanzan su mayor impacto cuando se enfocan en eliminar los obstáculos reales que enfrentan las mujeres con mayor potencial de crecimiento: educación financiera, tiempo propio, acceso a mercados, tecnología y redes de apoyo.

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