El Refugio Coffee Shop: lo que pasa cuando una MYPE no sigue el guion
En El Salvador, algunas MYPE parecen seguir un guion no escrito: sobrevivir, no crecer. Producir lo justo, vender lo necesario y, con suerte, resistir lo que venga. Según datos del Observatorio MYPE, 7 de cada 10 MYPE son de subsistencia: viven al día, priorizan el empleo familiar y rara vez generan excedentes.
En este escenario, innovar podría sonar a fantasía, y hablar de integrar cadenas de valor se percibe como algo imposible. ¿Pero es esto cierto? ¿Están realmente las MYPE condenadas a vivir al margen de la innovación y el crecimiento?
Siempre hay quienes deciden romper el molde. Aunque el entorno empuja hacia la sobrevivencia, hay empresarios MYPE que eligen otro camino. Este es el caso de El Refugio Coffee Shop, una cafetería en Ahuachapán. Su historia, más que una excepción, es una provocación. Su mensaje es: sí es posible cerrar el círculo productivo, sí es posible crecer, y hacerlo desde una MYPE.
Brian Francisco Rubio, su fundador, tomó una decisión poco común entre las MYPES: adquirió su propia finca de café, seis años después de iniciar su emprendimiento. Así, pasó a controlar cada eslabón de la cadena —desde el cultivo del grano hasta la taza que sirve al cliente— y convirtió esa integración vertical en el núcleo de su propuesta de valor.
En palabras de Brian; “Queríamos completar la cadena de valor. Ya no solo producir y servir café, sino también distribuirlo. Y hacerlo cuidando la tierra, el bosque y el agua. Y luego de años de esfuerzos, lo estamos logrando.”
El Refugio Coffee Shop nació como tantas MYPE: con más entusiasmo que estructura, más voluntad que estrategia. Pero lo que distingue a Brian y su equipo no es su origen modesto, sino la decisión consciente de no quedarse ahí.

¿Cómo logra una MYPE hacer lo que se espera solo de las grandes empresas?
“Al inicio pensábamos que éramos cafetería… pero en realidad éramos como un cafetín. Café era lo que menos vendíamos”, confiesa Brian. La historia de su empresa no comienza con un local elegante ni con maquinaria de última generación.
Su historia empieza en 2017, en un garaje, con un stand improvisado hecho de palets y cajas de tomate, piso de cemento y techo de lámina expuesta. Como muchas MYPE, el negocio nació de la intuición más que de un plan: vender algo que generara ingresos y, con suerte, atrajera clientes. Llegando a funcionar así por tres años.
El punto de inflexión llegó tras varios tropiezos: errores de costeo, un modelo de negocio indefinido y un público meta mal calculado. Brian recuerda que la formación que recibió en la Escuela LID de FUSAI fue determinante para replantear su empresa: “Al haber iniciado la formación en la Escuela LID recuerdo haber pensado que para lograr crecer no solo es suficiente mi pasión, también se debe de tener estrategia, control y visión. Ya no fue solo iré por una corazonada; hoy planifico y hago estrategias.”
El giro más audaz llegó en 2023: adquirir una finca de café en Atiquizaya, Ahuachapán. No era solo una compra de activos: era la apuesta de integrar toda la cadena de valor. La finca, que había estado semi abandonada, ahora es el laboratorio donde El Refugio Coffee Shop aplica prácticas regenerativas, protege mantos acuíferos y trabaja para elevar la calidad del grano que sirve en su cafetería.
“Queríamos que la finca fuera un proyecto regenerativo. Aportar a la naturaleza, mantener el bosque cafetalero, y al mismo tiempo garantizar un café de especialidad.”
De ser un cafetín con poco café, El Refugio se transformó en una marca que controla su producto estrella de principio a fin. Un salto que para muchos sería impensable sin financiamiento externo o el respaldo de una gran empresa… pero que se hizo posible con reinversión constante y disciplina estratégica.
“Todo lo que ganábamos lo volvíamos a meter en el negocio; así fue como logramos comprar la finca y empezar a producir nuestro propio café», relata Brian.
No es una excepción, es el resultado de cambiar de chip y mirar las cosas desde otra lógica empresarial

En un país donde el 76% de las MYPE operan en la informalidad y un porcentaje similar en condiciones de subsistencia, podría parecer que casos como el de El Refugio Coffee Shop no deberían existir… y, sin embargo, existen.
El Refugio apostó por formación que le permitiese consolidar un modelo de integración vertical y prácticas sostenibles, sin depender de financiamiento externo significativo. Esta distancia no solo habla de una visión empresarial distinta, sino también de las limitaciones estructurales que mantienen a una parte importante del sector anclado en la supervivencia.
“Cuando un empresario entiende sus números, estructura sus procesos y deja de trabajar solo desde la intuición, las posibilidades de crecer cambian radicalmente. Ese fue el punto de quiebre que reorientó el camino de Brian», señala Marisol Umaña, coach de la Escuela LID que acompañó a Brian en su formación.
El caso de El Refugio no es una fórmula mágica que cualquiera pueda replicar de la noche a la mañana. Pero sí es una prueba de que el guion que se le atribuye a la MYPE no es una ley escrita en piedra, sino una barrera que se puede desafiar.
¡Las MYPE pueden dar mucho más!
El Refugio Coffee Shop no es solo una historia empresarial bien contada: es un recordatorio de que, incluso en un entorno hostil para el empresario MYPE, hay margen para pensar distinto. Su trayectoria demuestra que el límite no siempre está en el capital inicial, sino en el cambio de mentalidad del empresario que guía las decisiones.
En un país donde la conversación sobre MYPE se suele quedar atrapada en la narrativa de la sobrevivencia, casos como este invitan a cambiar de lente: pasar, de medir cuántas resisten, a preguntarnos cuántas crecen, innovan e integran valor. Y, más importante aún: ¿qué condiciones deben cambiar para que historias como la de Brian se multipliquen?