El Salvador necesita exportar… pero las MYPES aún no están preparadas
Primera parte
En un momento en que El Salvador se encuentra negociando la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, surge una realidad ineludible: el país necesita exportar. Sin embargo, detrás de esta necesidad económica subyace un desafío estructural y social profundo: el 76% de las micro y pequeñas empresas (MYPES) del país operan bajo la informalidad, según revela el informe El Estado de la MYPE 2024 del Observatorio MYPE de FUSAI.
Esta cifra no solo es un número estadístico; representa a cientos de millas de salvadoreños cuyo talento empresarial permanece sin explotar para aprovechar las oportunidades del comercio global. La historia de Emma Martínez, quien comenzó a vender dulces en paradas de autobuses y hoy lidera ChocoExpress, refleja la trayectoria de millas de emprendedoras salvadoreñas. Su éxito, documentado por el Observatorio MYPE, es el testimonio de cómo el talento y la dedicación pueden dar lugar a empresas exitosas, siempre y cuando existen las condiciones adecuadas.
Pero ¿qué sucede con los demás? ¿Cómo pueden estas MYPES integrarse al mercado internacional si más del 99% del tejido empresarial nacional enfrenta barreras insalvables para aprovechar las nuevas oportunidades comerciales?
La paradoja de una economía fragmentada
Aunque el libre comercio suele presentarse como sinónimo de modernización y crecimiento, en economías donde predominan unidades productivas informales y desarticuladas, la apertura comercial puede convertirse en una paradoja. Se expanden los flujos comerciales, pero los beneficios no llegan a quienes realmente mueven la economía cotidiana.

Costa Rica ofrece una lección valiosa. Tras firmar su TLC con China en 2011, los sectores tradicionales fueron desplazados por importaciones de bajo costo. La falta de una estrategia de adaptación resultó en cierres de negocios y pérdida de empleos. Por otro lado, países como Chile y Ecuador han demostrado que es posible negociar acuerdos más inclusivos, incorporando cláusulas de cooperación técnica o priorizando sectores donde ya existían ventajas competitivas.
Esta cifra no debe leerse como un fracaso, sino como una señal del potencial inexplorado que existe en el país.
Formación y acceso al conocimiento
Otra dimensión del problema es educativa. Según el Observatorio MYPE de FUSAI, seis de cada diez empresarios MYPE solo cursaron hasta noveno grado o menos. Pero esto no significa falta de inteligencia o capacidad, sino la necesidad de estrategias de formación adaptadas a sus realidades específicas.
Claudia Vázquez, alumna de la Escuela LID de FUSAI, logró transformar su negocio gracias al acceso a conocimientos técnicos y herramientas prácticas. Su experiencia demuestra que incluso una empresa artesanal puede encontrar oportunidades en mercados más amplios si se le brinda acompañamiento adecuado.
Mercedes Molina, participante de un proyecto financiado por FIAES, también encontró una forma innovadora de proteger su cultivo de café mediante trampas fabricadas con botellas plásticas y alcohol. A partir de las capacitaciones recibidas, no solo mejoró su cosecha, sino que pudo acceder a compradores directos. Este tipo de iniciativas ilustra cómo el conocimiento aplicado puede transformar realidades.

Integración estratégica, sin aislamiento
La solución no radica en proteger a las MYPES mediante el aislamiento, sino en integrarlas estratégicamente al ecosistema productivo nacional. Para ello, se requieren herramientas concretas: plataformas digitales simplificadas para comercialización, programas de formación técnica vinculados a cadenas productivas dinámicas, financiamiento orientado a mejorar procesos básicos de calidad, y esquemas de asociatividad que permitan sumar volúmenes.
Un ejemplo exitoso es el de la cooperativa ACOPAJ, que en 2020 alcanzó ventas por más de $450,000 en exportaciones, duplicando lo obtenido en 2019. Esto demuestra que, cuando se establecen las condiciones adecuadas, las MYPES pueden competir en mercados internacionales.
Historias de transformación posible
Las cooperativas de mujeres productoras de café en las montañas de Ahuachapán han encontrado formas innovadoras de asociarse para alcanzar volúmenes exportables, según documenta el Instituto Salvadoreño del Café. Estas iniciativas no solo generan ingresos, sino también empoderamiento femenino y sostenibilidad ambiental.
Mercedes Molina, participante de un proyecto financiado por FIAES, señala las trampas que ha instalado en su finca de café y sonríe mientras explica que esos artefactos, hechos con botellas de plástico y alcohol, atrapan plagas de manera efectiva. Desde que recibió la capacitación en 2019, no solo mejoró su cosecha, sino que logró vender directamente a compradores internacionales.
Estas historias demuestran que el talento existe, la voluntad está presente. Como veremos en la segunda parte de este artículo, el Estado tiene un papel central para que ese potencial pueda florecer plenamente.
(Continúa la próxima semana)